Una batalla que comenzó el 4 de febrero.
El 4 de febrero de 2023 marcó un antes y un después en mi vida. Aquella fecha no solo quedó grabada en el calendario, sino también en mi cuerpo. Ese día, sin previo aviso, comenzó un dolor en la zona lumbar que, con el tiempo, se convertiría en un desafío constante. Lo que parecía algo pasajero se volvió una sombra persistente que poco a poco fue cambiando mi rutina, mis movimientos, mis días.
Al principio intenté ignorarlo, pensando que con descanso o algún analgésico desaparecería. Pero no fue así. Las semanas se volvieron meses, y el dolor se instaló con fuerza, afectando no solo mi espalda, sino mi estado de ánimo, mi energía y, sobre todo, mi calidad de vida. Cosas tan simples como caminar, dormir bien o levantarme de una silla se convirtieron en tareas difíciles. Mi cuerpo ya no respondía como antes, y eso me llenaba de frustración.
Sin embargo, en medio de la dificultad, también surgió una nueva versión de mí,más consciente, más paciente, más fuerte de lo que imaginaba. Empecé a informarme, a buscar apoyo médico, a adaptar mi alimentación, a hacer ejercicios terapéuticos, a escuchar a mi cuerpo. Aunque el camino ha sido largo y aún no he vuelto completamente a la normalidad, cada pequeño avance me recuerda que estoy sanando.
Hoy, todavía lucho contra el dolor, pero con una esperanza firme: superar esta etapa y volver a mis actividades cotidianas con libertad y sin temor. Sé que no será de un día para otro, pero también sé que el deseo de mejorar es más fuerte que cualquier herida. Esta historia no termina aquí; es apenas una pausa. Porque tengo claro que mi recuperación es posible, y lo mejor aún está por venir.
Moraleja:
"El cuerpo siempre habla, y cuando no lo escuchamos a tiempo, grita con dolor. Pero incluso en el sufrimiento, hay una lección aprender a cuidarnos, a tener paciencia y a nunca perder la esperanza de sanar. Porque mientras haya vida, siempre habrá una posibilidad de volver a caminar sin dolor.